Si bien los firewalls son una herramienta fundamental y la primera línea de defensa para monitorear y controlar el tráfico de red, no son la única solución en un panorama de ciberamenazas en constante evolución. Su principal limitación radica en su enfoque perimetral, lo que los hace ineficaces contra amenazas internas o ataques sofisticados como el malware polimórfico y los ataques de día cero, que pueden evadir sus filtros tradicionales. Tampoco ofrecen protección contra el factor humano, es decir, la ingeniería social y el phishing. Por lo tanto, una estrategia de seguridad robusta debe ser multifacética e incluir sistemas de detección y prevención de intrusiones (IDS/IPS), software antivirus, actualizaciones constantes, concienciación y formación de usuarios, así como políticas de seguridad y gestión de vulnerabilidades para asegurar una defensa completa y proactiva.